LOS ÁRBOLES Y LOS CELTAS I


Todos sabemos el gran amor que tenía el pueblo celta por la naturaleza y en especial por los árboles, los cuales consideraban sagrados.
Había en particular trece árboles a los que consideraban intocables y por tanto sagrados, que crecían en bosques específicos que ellos llamaban "nemat" o "nemeton", (la raíz gaélica Nemed significa sagrado) es decir, lugar de culto.
Un poema del siglo XVII en cambio cita solamente siete árboles: el aliso, sauce, abedul, fresno, tejo, pino, manzano y avellano cuya tala ilegal suponía una multa de una vaca. Esto hace que a lo largo del tiempo existieran diferentes sistemas de clasificación de árboles.

Para las Leyes Bretonas los árboles se dividían en cuatro categorías:
Siete Árboles Jefes,
Siete Árboles Rústicos,
Siete Arbustos,
Ocho Arbustos Espinosos,
Con una escala de multas por la tala ilegal cuya severidad disminuía según la categoría. 

Cabe destacar que en este caso los *Árboles Jefes* preciados por su nobleza o carácter sagrado, eran:

1. *Roble*, por su tamaño, belleza, y sus bellotas.
2. *Avellano*, por sus nueces y zarzos.
3. *Acebo*, por su madera, utilizada en lanzas de carros.
4. *Tejo*, por su madera, utilizada para vasijas caseras, petos, etc.
5. *Fresno*, por su madera, utilizada para hacer el trono del Rey, y para astas de armas.
6. *Pino*, por su madera utilizada para hacer punzones.
7. *Manzano*, por su fruto y su corteza apropiada para la curtiembre.

Lo que más llama la atención es que en la mayoría de clasificaciones, hay dos árboles que se repiten insistentemente: *el manzano y el avellano*.
De hecho, se sabe que en el siglo VII, se exigía la pena de muerte por la tala ilegal de ambos árboles existiendo un antiguo proverbio que reza así:
*"Tres seres hay que no respiran que sólo pueden compensarse con seres que respiran: un manzano, un avellano y una arboleda sagrada".*

*La arboleda sagrada* se refiere a bosques sagrados elegidos minuciosamente donde los druidas y su pueblo realizaban todo tipo de ritos basados en la *mitología celta cuya máxima deidad era Nemetona*, (diosa gaélica consorte ocasional de Marte, dios romano de la guerra) quien presidía cada ceremonia. 
Esta divinidad puede estar relacionada con "Nemain", una diosa de la guerra irlandesa.
Nemetona dijo: “Cuando rezas en un lugar sagrado de poder, te unes en una realidad simultánea con rituales antiguos que se realizan actualmente en una dimensión paralela. Oraciones por mayor poder, habilidades psíquicas y habilidades de manifestación se unen a antiguas danzas tribales y rito sagrado rezo.”
Se creía que el poder de los dioses se encontraba místicamente en cada uno de los árboles del bosque, y por ello, cada árbol era consagrado a un Dios o simbolizaba una virtud.
Alrededor de estos árboles no sólo se reunían para celebrar rituales, sino que se reunían para meditar, para bailar las danzas sagradas y algunas veces incluso para realizar sacrificios y recibir nacimientos.
La popular expresión "toquemos madera" procede precisamente del carácter sagrado con el que los pueblos celtas envolvían al árbol, el cual constituía un símbolo de buena suerte, en el sentido de que determinados pueblos celtas creían que los druidas, tras la muerte, se encarnaban en el árbol, y que estos, aun tras su muerte, aun velaban por la salud de su pueblo.

Esta es otra razón por lo que también se asociaba al árbol un cierto poder esotérico propio del druida como el de predecir el futuro.
Según los celtas los árboles representaban un nexo de unión entre el cielo (con sus ramas superiores y a través de la copa), la tierra (por medio de su tronco y ramas inferiores) y el inframundo (por sus raíces) además de simbolizar el círculo de las estaciones (invierno-muerte, primavera-renacimiento).

Y no solo eso; los druidas consideraban que cada hombre o mujer llevaba en su interior un árbol, por medio del cual alimentaba el deseo de crecer espiritualmente. De esta forma el árbol se convertía en el protector material y espiritual del pueblo celta.
Una antigua tradición lo confirma: al nacer un niño los celtas tenían la costumbre de plantar un árbol, el cual se convertía en el compañero y consejero del recién nacido durante toda la vida, por ello, era normal que cada uno cuidara su árbol, lo podara y lo cuidara.
Al morir, era frecuente que la persona fuese enterrada bajo su árbol.
En muchos casos, se dejaba al cuerpo dentro del tronco flotando sobre el río. Con el tiempo esta costumbre hizo que se utilizase la madera del árbol para construir lo que hoy conocemos como los ataúdes.
En el árbol se hallaban reunidos la totalidad de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción. Al estar reunidos todos los elementos en un mismo ser, se consideraba al árbol como símbolo de la vida puesto que era y es portador de frutos que dan o prolongan la existencia.
Puede ser éste uno de los motivos por el que la madera de determinados árboles eran elegidos para grabar textos célticos antiguos o símbolos del ogham. 


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