LA MISTERIOSA BELLADONA

 Atropa belladonna es una planta vivaz de la familia de las solanáceas que puede alcanzar un metro y medio de altura.

Tiene tallos ramificados y leñosos en su base, y sus hojas son grandes y ovaladas, con grandes flores de color violáceo y amarillo.
Su principio activo es la atropina (aislada por Mein en 1831) que se concentra fundamentalmente en sus raíces y en su fruto, son unas bayas de color negro y del tamaño de una cereza, con olor fuerte y desagradable.
Normalmente crece a la sombra de los árboles, en colinas boscosas o yacimientos carboníferos en los bosques húmedos de Europa, Asia y África. También es conocida como cereza negra, hierba de la muerte, tabaco de pared, cereza del diablo o baya de la bruja.
La belladona contiene altas cantidades de alcaloides tropánicos.
Los alcaloides son compuestos químicos nitrogenados derivados de los vegetales y algunos animales, que tienen distintas propiedades sobre nuestro organismo, sobre todo sobre en el sistema nervioso central.
El uso de la belladona como planta medicinal se remonta a hace miles de años. En la terapéutica herbolaria esta planta narcótica se aplica en caso de neuralgias, tos nerviosa, asma, convulsiones, epilepsia, constricciones espasmódicas y algunas enfermedades de los ojos.

La Belladona (atropa belladonna), una nombre bonito para una planta preciosa, pero que esconde tras su belleza un veneno que puede ser mortal. La Belladona se hizo famosa entre las cortesanas de Italia en los siglos XVI y XVII, pues entre sus múltiples propiedades, la belladona dilata las pupilas, y cuando estamos enamorados y miramos a los ojos de nuestro amad@ las pupilas se nos dilatan, esto es algo que a lo mejor conscientemente no apuntamos, pero que dentro de la comunicación no verbal nuestro cuerpo lo sabe. Las cortesanas se dieron cuenta de que atraían mucho más a los hombres con las pupilas dilatadas (estos inconscientemente se sentían objeto del amor de ellas) y por eso empezaron a usarlo.
De hecho el nombre de “Belladonna” es originario del Italiano, “Bella mujer”.

Antiguamente recibía otro nombre, mucho más descriptivo de su poder, se la llamaba “atropa”, que deriva de la palabra “Atropos” el nombre de una de las tres Moiras.
Las Moiras o Parcas eran las tres damas forjadoras del destino de los seres humanos, jugaban con los hilos de las vidas de los hombres y Atropos, la tercera Moira era la que tenía las tijeras que cortaban finalmente el hilo de la vida de los humanos llevándolos irremediablemente a la muerte. Tal vez este, o “sombra nocturna mortal”, “baya de la bruja”, “cereza del Diablo” o “planta de la muerte” como también se la conocía, sean mejores nombres para la Belladona, pues uno de sus principios activos es la atropina, puede ser un veneno mortal. La atropina, es también uno de los principios activos de la mandrágora.



La atropina tiene un efecto inhibidor sobre el sistema nervioso parasimpático, recordemos que éste es el encargado de sedar todo excepto la digestión, cuando este sistema se inhibe, su complementario, el simpático toma el mando, por eso se dilatan las pupilas, pues el simpático las dilata y el parasimpático las contrae.

Pero no solo tienen efecto sobre las pupilas, al inhibir el parasimpático, se inhiben los movimientos y la secreción de jugos digestivos, esto puede ser útil para casos de gastritis, úlceras, colon irritable, pero provoca digestiones lentas y costosas en las personas sanas y puede ocasionar estreñimiento por falta de motilidad peristáltica.

Al frenar el estímulo vagal sobre el corazón, acelera su ritmo, pudiendo ser útil para el tratamiento de las bradicardias, pero muy peligroso para la gente con taquicardias, pues podría llevarles al infarto o en el peor de los casos a la muerte.

Además de la atropina, la belladona posee escopolomina y la hiosciamina, que pueden provocar alucinaciones y delirios.
De hecho el uso de esta planta también se asoció en la Edad media a la brujería.
La Belladona ha estado siempre unida a la sensualidad, o mejor, a la sexualidad femenina, que hechiza, embruja y puede ser muy peligrosa.

Las propiedades de la belladona pueden producir, en dosis leves, la reducción de la salivación y la sudoración, pero en dosis más altas aumenta el pulso y el ritmo respiratorio, la acción de los músculos involuntarios decrece, la frecuencia cardíaca se acelera, la dilatación de las pupilas es muy marcada y se inhibe la acomodación ocular, es decir, el cristalino se fija para la visión lejana y los objetos cercanos se ven borrosos. En dosis muy altas puede producir alucinaciones visuales y auditivas. Otro de los síntomas de la planta, y que a la vez es el principal síntoma de intoxicación, es la pérdida completa de la voz, aunada a movimientos continuos e incontrolados de los dedos y las manos.
A pesar de que la belladona no provoca ninguna adicción ni física ni psicológica se recomienda mucha prudencia en su uso, restringido a recomendaciones médicas controladas. Ahora bien, como es una planta que puede encontrarse en el campo, especialmente en el norte de España, existe riesgo de intoxicación. En caso de envenenamiento accidental recomienda tomar lo más pronto posible alguna sustancia que provoque el vómito, como un vaso grande de vinagre caliente o agua de mostaza, posteriormente un vaciado estomacal seguido de una dosis de magnesia, estimulantes como café cargado, y de ser necesario hay que ayudar al paciente con respiración artificial.

El uso de la Belladona es conocido desde la antigüedad, era uno de los ingredientes que en dosis pequeñas se añadía al vino en las bacanales dionisíacas. Durante el antiguo Egipto se consumía la Belladona en pequeñas cantidades porque se creía que tenía la capacidad de abrir las puertas a otras realidades. Los sacerdotes romanos bebían su jugo para invocar a Bellona, la diosa de la guerra y así conseguir el triunfo para sus ejércitos.

Desde la antigüedad a la edad media se usó como narcótico, en pequeñas dosis, es sedante, calma los dolores, puede actuar como hipnótico.

Se dice de la Belladona que fue el veneno con el que se enveneno y ganó la guerra en Esparta a Marco Antonio. Y también que fue el veneno que acabó con la vida del emperador romano Claudio. Era sabido por la nobleza que el veneno de la belladona era uno de los más usados, porque administrado a dosis pequeñas pero regulares, no daba síntomas inmediatos pero acababa matándote, así pues cuando el copero del emperador probaba primero su comida, no moría ni sentía dolores inmediatos, así se aseguraban de que el noble o el emperador sí ingiriera la comida o bebida envenenada con la belladona.


La belladona crece en toda Europa, puede alcanzar hasta el metro y medio de altura. Es una planta muy atractiva, sus flores son campanillas muy bellas de color violeta y crea un fruto, una baya negra pequeña y redonda de sabor dulce (similar al mirtilo o las moras, pero un poco más grande) que puede ser muy tentadora, especialmente para los niños. Solo la ingesta de 10 – 15 en un adulto y de 5 – 10 en un niño, pueden llevar a la muerte. Florece en verano y da sus frutos también en verano. Su néctar es muy preciado por las abejas quienes al fabricar la miel, la producen con los efectos psicoactivos de la Belladona, pudiendo producir visiones y alucinaciones a quien la ingiera.

Vemos que la tradición antigua, aun teniendo la belladona prácticamente los mismos principios activos que la Mandrágora, su uso terapéutico especialmente como sedante para las operaciones se hacía con la Mandrágora, la Belladona fue mucho más utilizada como veneno. Hoy en día la Belledona es una de las plantas prohibidas, está prohibida su venta, tan solo se pueden conseguir sus semillas, y como hemos visto no es una planta recomendable, a pesar de su belleza para tener en ningún jardín. En la actualidad se utilizan sus principios pero elaborados como fármacos. La atropina, como ya vimos en la entrada de la Mandrágora se usa en medicamentos como antiespasmódico, para casos de úlceras, colon irritable y gastritis crónicas, como sedantes locales y en anestesia local, por los oftalmólogos para dilatar las pupilar y poder explorar el fondo del ojo, en caso de envenenamientos por organofosfatos (insecticidas), y en algunos casos para el Parkinson. Pero esta medicación debe estar siempre vigilada por un médico, pues ya hemos descrito la cantidad de efectos secundarios muy peligrosos que puede tener.

La belladona, una hermosa planta que oculta un poderoso veneno.

De acuerdo con la tradición celta, el espíritu que habita dentro de la planta de belladona, Atropa belladonna, sólo sale una noche al año, la de Walpurias, cuando se prepara para celebrar el Sabbath con las brujas.
En tierras célticas hay una superstición que vincula a la belladona con una hechicera encantadora a la que es peligroso mirar, siendo curioso que en la actualidad uno de los usos más comunes de la belladona sea la oftalmología. Otras versiones sugieren que cierta secta de sacerdotes tomaba una infusión de belladona para honrar e invocar la ayuda de Bellona, diosa de la guerra.

Respecto a leyendas más recientes y vinculadas con la parte más sexual, de la belladona, se cuenta que en un remoto lugar un hechicero trató con esta flor a una mujer enferma provocando en ella un estado de sueño profundo que se prolongó durante varios días. Al despertar del letargo, la mujer se mostró molesta por haberla sacado del estado hipnótico ya que durante su sueño había estado en lugares donde el placer y la lujuria eran constantes. Al darse a conocer esta experiencia, la Iglesia relacionó aquellas visiones con actos del demonio y la consideró una planta herética. Desde entonces, su vinculación con la brujería ha sido una constante.
Pero, ¿qué había de real en la leyenda de la mujer hechizada?

Incontables observaciones registradas desde el siglo pasado mostraron que en estado de excitación sexual la pupila se dilata. Y que los hombres, de forma inconsciente, se sentían atraídos por mujeres más estimuladas.
Uno de los efectos de la belladona es que las pupilas se dilatan mucho debido a la atropina que contiene. De todo esto, podemos deducir que de alguna forma las mujeres de las cortes italianas de los siglos XVI y XVII dedujeron esta relación y comenzaron a usar belladona en los bailes de la nobleza, para mostrarse más atractivas ante los hombres.
Pero más allá de las alucinaciones y de los efectos seductores de la belladona están los efectos reales de la misma, vinculados a su propiedad más latente, la toxicidad. Según la descripción que Plutarco hizo sobre los efectos producidos en las tropas de Marco Antonio, aquellos soldados romanos fueron envenenados con belladona.
Con esta misma planta fue también envenenado el emperador Claudio.



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