HISTORIA DE LAS PLANTAS III
Teofrasto Paracelso, nace el 10 de noviembre de 1493 en Einsiedeln,
Suiza.
Hijo del
doctor Wilhelm von Hoheneim y de Els Ochner.
Nace
apenas comenzando la época renacentista.
Con los
nombres agregados más tarde, su nombre completo fue Felipe Teofrasto Bombasto
de Hoheneim, Aureolus Paracelso.
En 1515
se graduó en “dos medicinas” luego de cambiar varias veces de facultad por
disentir con sus profesores.
Él sacaba
a la luz la sabiduría de Hipócrates para realizar curaciones auténticas
y duraderas:
“El médico debe fomentar la
naturaleza en su tendencia a restablecer
la salud, y esta tendencia se expresa precisamente en aquellas reacciones
patológicas llamadas enfermedades”
Viajó
incansablemente atendiendo enfermos de todas las clases sociales y en distintas
latitudes, reforzando su experiencia como método del mayor aprendizaje. Así
aprendió y trasmitió que cada país o región tendrá su medicina al alcance de su
mano por los prodigios de la naturaleza.
Éstas y
otras innumerables pequeñas y grandes obras (total 8.200 páginas) dejó el
insigne médico rebelde dejando joven su vida en este mundo el 24 de setiembre
de 1541.
A través
de secciones de su obra intentaremos esclarecer las mismas bases de la ciencia
médica universal en forma sintética, y explicar de algún modo la aplicación
posible en nuestra época de los primordiales valores para un terapeuta.
Los
siguientes apartados incluyen también
algunos fragmentos del doctor S.A.W, que supo aplicar en mediados del
siglo XX
la misma ciencia médica de profundos valores humanistas y que recoge la
relación entre las fuerzas en la naturaleza, en el cosmos y en el hombre.
Es necesario que conozcamos
algunos de sus más famosos postulados que se aplican a Herbolaria:
De los cuatro gustos y los
cuatro temperamentos del hombre
“ El
cuerpo posee cuatro clases de gustos: el ácido, el dulce, el amargo y el
salado...
Están en
todas las criaturas, pero sólo en el hombre pueden ser investigados... Todo lo
amargo es cálido y seco, es decir, colérico; todo lo ácido es en cambio frío y
seco, es decir, melancólico... Lo dulce dio a luz a lo flemático, porque todo
lo dulce es frío y húmedo, aunque no se puede comparar con el agua... Lo
sanguíneo procede de lo salado, y esto es cálido y húmedo.”
De las fuerzas como
microcosmos
“ El
astro interior del hombre es igual al astro exterior en su condición, índole y
naturaleza, en su desarrollo y estado, y distinto únicamente en su forma y
materia.
Porque
por naturaleza son un solo ser en el éter y también en el microcosmos, en el
hombre... Como el sol brilla a través de un cristal –por así decirlo, sin
cuerpo y sin sustancia– así también penetran las estrellas en el cuerpo.”
Del médico y la naturaleza
“El
médico procede de la naturaleza, ella lo hace; sólo aquel que obtiene su
experiencia de la naturaleza es un médico, y no aquel que con la cabeza y con
las ideas elaboradas escribe, habla y obra en contra de la naturaleza y de sus
peculiaridades.”
Toda enfermedad tiene su
antídoto
“Si
quieres amar a tu prójimo, no puedes decir:
‘Tú no
tienes salvación’, sino que tienes que confesar: ‘No sé y no lo comprendo’. Y
así, no hay ninguna enfermedad que tenga por qué matar a un hombre. Todas las
enfermedades se curan, sin excepción.”
De la curación por sí de
las enfermedades congénitas
“Allá
donde hay enfermedad, allá están también médicos y medicinas. Cada enfermedad
innata lleva en sí su propio medicamento. El hombre lleva consigo, por
naturaleza, al destructor de la salud y al custodio de la misma.”
De lo incompleto de
resolver sólo síntomas
“La naturaleza
y la fuerza de la enfermedad han de ser investigadas en su origen, y no en sus
signos; porque no debemos extinguir el humo del fuego, sino el fuego mismo. Si
queremos que la tierra dé una hierba mejor, tenemos que ararla y no simplemente
arrancar los hierbajos. Lo mismo ha de hacer el médico... dirigir su
pensamiento al origen de la enfermedad y no sólo a aquello que tiene ante sus
ojos. Porque en ello sólo vería los signos, pero no el origen, igual que el
humo sólo es un indicio del fuego, pero no el fuego mismo.”
De la relativa eficacia de
los remedios
“Toda
enfermedad es como un purgatorio. El médico debe saberlo y pensar en ello, para
que no ose determinar por anticipado el momento de la curación o el efecto de
sus medicamentos; pues esto está sólo en mano de Dios.”
De la naturaleza como
verdadero farmacéutico
“La naturaleza ha dado poder a los arcana y los
ha compuesto como deben estar compuestos. Aprended pues para que los conozcáis
y los entendáis, y no de manera que al final os entendáis a vosotros mismos
pero no a la naturaleza. La naturaleza es el médico, no tú. De ella tienes que
sacar, no de ti; ella confecciona las fórmulas, no tú.
Mira por
enterarte dónde están sus farmacias, dónde están escritas sus virtudes y en qué
recipientes se guardan.”
De la cura de toda
enfermedad
“Todos
los medicamentos están en la tierra, pero faltan los hombres que los
recolecten. Están maduros para la cosecha, pero los segadores no han venido.
Cuando lleguen un día los segadores
de la verdadera
medicina, limpiaremos a
los leprosos sin
el impedimento de una sofística vacía y haremos que los ciegos vean.”
De la medicina natural (ley
de contrarios)
“Concibe
y trata las enfermedades como enseña la vida y la naturaleza de las plantas y,
según lo que convenga en cada caso, por sus símbolos o concordancias. Así
curará el frío por el calor, la humedad por la desecación, la superabundancia
por el ayuno y el reposo y la inanición por el aumento de las comidas.”
De las criaturas
elementales de las plantas (almas de las hierbas que moran en dimensiones
desconocidas)
“Nuestras
criaturas tienen cuatro tipos de habitación: acuática, aérea, terrestre e
ígnea. Aquellos que habitan en el agua, se llaman ninfos, en el aire silfos, en
la tierra duendes o pigmeos, y en el fuego salamandras”.
“En
cuanto a su físico, es bien evidente que varía: los ondinos de ambos sexos
tienen aspecto humano, los silvestres (o silfos) son más espesos, más grandes,
más robustos, los gnomos más pequeños de una altura de unos dos palmos, las
salamandras delgadas, gráciles, esbeltas.”
“Hemos
dicho que los ninfos dejan las aguas para venir a vernos, hablar y aliarse con
nosotros. Los silfos son más groseros, y no conocen en absoluto nuestra lengua.
Los gnomos hablan el mismo lenguaje que los ninfos. Las salamandras hablan
poco.”
La magia
de Paracelso no es un sistema operativo gracias al cual pueden conocerse las
virtudes medicinales de las plantas u otras producciones de la naturaleza, sino
que su fin es adherirse a la fuente original
de la cual emanan todas las virtudes, por eso, no debe extrañarnos que su magia
oculta se relacione con las sagradas Escrituras, dado que la había aprendido
por revelación.
El espectro
mágico del mundo vegetal aumentó de manera considerable.
El
siguiente momento destacado en la historia de las plantas ocurrió en el
siglo XVIII, cuando el médico sueco Carl v. Linné (1707-1778) sistematizó los reinos vegetal y animal,
los organizó en familias y dio a cada planta un nombre específico,
en latín, lo que ayudó a su identificación universal.
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