LOS ALIMENTOS Y NOSOTROS I
Saben desde vuestra
intuición que no hay brujita que no ame
la cocina, porque en ella radica la alquimia del amor para los que
dependen de nosotros en casa.
Pero nosotros
solemos alimentarnos de una forma rutinaria, automática, sin pensar en que al
cocinar estamos moviendo un Universo de principios, y de energía que es
importante conocer.
Todo lo que comemos
nos afecta directamente a corto o largo plazo, Hipócrates, médico griego y
padre de la medicina moderna, dijo en el siglo III a. C. que «toda enfermedad comienza en el intestino».
En el siglo XIX, fue
el biólogo y acreedor del Premio Nobel de origen ruso Élie Metchnikoff quien
estableció un vínculo directo y
sorprendente entre la longevidad humana y el equilibrio saludable de bacterias
en el cuerpo, y quien también confirmó que «la muerte empieza en el colon»
Podemos afirmar sin
temor a equivocarnos que así como la
enfermedad comienza en el intestino, ahí también radica la salud y la vitalidad.
Los prebióticos de
origen alimenticio —las fuentes nutritivas de combustible para las bacterias
benéficas que habitan tu intestino— desempeñan un papel fundamental en la
conservación de la salud al mantener el equilibrio y la diversidad de la flora
intestinal. Alimentos como el ajo, el aguaturma, la jícama
e incluso las hojas de diente de león, así como ciertos alimentos fermentados
como el chucrut, la kombucha y el kimchi, en general abren la puerta a
niveles superiores de salud, y dan la pauta para una mejor
función y protección
del cerebro.
Por otra parte, también
en nuestro mundo de magia, sabemos que el Universo
está compuesto de energía y que ésta, existe en cinco estados diferentes que
dan lugar a los cinco elementos.
Estos
cinco elementos son: éter, aire, fuego, agua y tierra.
Los cinco elementos
tienen algo de materia y algo de energía.
Van desde lo más
sutil (éter), a lo más tosco (tierra).
La materia se
manifiesta como la combinación y permutación de estos cinco elementos o estados
vibratorios de la energía.
Su interacción,
constituye la formación de infinitos números de objetos desde animados a
inanimados.
La materia se
determina de manera específica de acuerdo con la predominancia o carestía de
los elementos en ella contenida.
Debido a las
diferentes posibilidades en las combinaciones y permutaciones
de éstos, se
manifiesta la diversidad de las formas y propiedades de todo lo que existe.
Esta
misma consideración debemos tenerla en lo referente a la nutrición y los
alimentos que tomamos
Cada uno de ellos,
son combinaciones únicas y específicas de los cinco elementos, que determinan
sus características físicas y energéticas, así como la influencia global que
ejercen sobre nosotros, ya siempre seremos lo que comemos, tanto en lo
biológico como en lo almico.'
Todos sabemos por
conocimiento o por instinto que: los
alimentos son fundamentalmente energía. Todo el universo lo es.
Por lo tanto los alimentos, al ser energía, tienen este
carácter bipolar: unos son más yin y otros, más yang.
En función de ello, producen
determinados efectos en nuestra mente, en nuestras emociones y en nuestro
organismo. De ahí que la aplicación de la polaridad yin/yang a las
recomendaciones sobre cómo alimentarnos y a las dietas curativas sea muy
directa. Tan directa como efectiva.
Un ejemplo: si una
persona está dispersa, asténica y alicaída, es decir, se encuentra en una fase
yin, lo que convendrá es que tome, por ejemplo, alimentos salados, concentrados
y tostados, que producen efectos yang.
Todos
los fenómenos que se producen en nuestro planeta lo hacen bajo el influjo de
dos clases de energías: las terrestres y las celestes.
Las
energías terrestres son yin:
verticales, ascendentes y centrífugas.
Las
energías celestes, por el contrario, son yang: verticales, descendentes
y centrípetas. En la confluencia, en el choque de esas dos fuerzas, se genera y
se desarrolla, sin ir más lejos, la vida.
Cuando predomina la
energía celeste, nos encontramos con el mundo inorgánico, y conforme la
energía terrestre aumenta, aparece el mundo orgánico. Los minerales, por
ejemplo, tienden a cristalizar, a organizarse ocupando el mínimo espacio y la menor
energía posibles: son yang estructurado, centrípeto, condensado.
En cambio, el mundo
orgánico crece por imbibición, tiende a la expansión, y gracias a la energía
terrestre puede satisfacer su vocación de ocupar más espacio.
Podemos comprobarlo
con el crecimiento de las plantas, vertical y ascendente. Incluso las plantas
que aparentemente crecen en horizontal lo hacen, en realidad, hacia arriba.
Claro está que las raíces crecen hacia abajo, pues yin y yang siempre
coexisten, pero la tendencia dominante en las plantas es el crecimiento hacia arriba
y hacia fuera.
Cuando se entiende que el equilibrio dinámico entre esas dos
fuerzas constituye el estado/proceso de salud, se puede aprovechar las
cualidades innatas o adquiridas de los alimentos para equilibrar lo que se deba
requilibrar, ya que de acuerdo a esta cosmovisión, los alimentos se consideran
medicinales y por eso es importante distinguirlos según el momento y la
necesidad identificada.
*Cada
uno de los elementos existentes en el universo contiene estas dos formas de
energía, los alimentos, los vegetales, los animales, los minerales, tienen
grados variables de energía de naturaleza Yin o Yang.*
Cuando nosotras
preparamos un plato de comida, queremos darle un sabor especial, y es importante que sepamos que cada sabor tiene su propia energia y esa
energia puede beneficiar a determinados órganos.
*Los
sabores son: picante, agrio, amargo, dulce y salado.
Es importante
aclarar que el término “sabor” se
refiere a la naturaleza energética y curativa de un alimento o planta, en
el término sabor se debe incluir la afinidad con meridianos específicos de
energía y con sistemas de órganos y vísceras; no necesariamente se refiere al
sabor tal y como se entiende en Occidente.
Por ejemplo, el
sabor picante moviliza la energía, el sabor dulce tonifica la función de
metabolismo y digestión, el sabor salado ayuda en los procesos que gobierna el
sistema de energía Riñón-Agua, el sabor amargo tiene relación con el sistema
Corazón-Fuego y el sabor ácido con el sistema Hígado- Madera.
Entre los alimentos picantes se encuentran el
ajo, el jengibre, la pimienta, el ají; los limones, las manzanas y los kiwis se
consideran agrios; el café, el té
y las almendras se consideran amargos;
los dátiles, el arroz y el pollo son dulces, y el cerdo y la sal sin refinar son
salados.
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